Empuñar el verso,
hacer cortes en
dirección contraria a la sangre,
verse en el espejo
hasta que el dolor desaparezca.
Cerrar la boca con
puntos
y comas.
Dejar que se evapore la
tinta
y llover después sobre
el poema;
sólo en caso de
tormenta
el suicidio no habrá
sido en vano.
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